La humildad Prevalece La
humildad que no cuidáis es fundamental para que podáis fomentar las
luces del alma. Las luces de vuestras mentes y las luces de vuestras
almas no siempre van paralelas. Tenéis que aprender a distinguir qué
es de Dios y qué es del mundo, porque os agobiáis y vuestra fortaleza
se debilita. Cuando se está con Dios, cuando se está con Jesús de
lleno, esa fortaleza está viva siempre. Cuando la fortaleza a Jesús
desaparece, cuando a Jesús dejáis de lado quedáis vacíos y sin
protección y viene el llanto y vienen las dudas y viene la desconfianza
y viene la impaciencia. (29.7.96)
Todo
da vueltas alrededor de las mismas miserias siempre, de vuestro egoísmo
y vuestra soberbia, en definitiva de vuestra falta de humildad. Humildad
que como sabéis es imprescindible para llegar a conocer a Dios.
Humildad que cuidando en vuestro corazón os permitiría alcanzar esos
estados que ahora veis imposibles de alegría continua, de confianza
permanente en Dios. Los problemas no van a desaparecer hijos míos,
porque Dios así lo ha dispuesto; dificultades habrán siempre, pero
esas dificultades son para que superéis esa naturaleza humana apoyándoos
en la espiritual y ganéis los retos que continuamente encontráis en el
camino. Esos retos pueden ser muy, muy sencillos, vencer el mal humor
para alegrar a un hermano que padece, vencer esos celos que nacen para
alabar una obra bien hecha de un compañero, vencer la rabia y la
soberbia para callar cuando hay que callar. (13.3.96)
La
humildad, la humildad es la clave para el perdón sincero. Cuando no se
es humilde jamás se puede perdonar de corazón a ningún hermano porque
si no se es humilde el recuerdo viene una y otra vez; y uno dice
perdonar y lo que hace realmente es volverse indiferente hacia esa
persona, cuando lo que pide Dios es que pidáis por vuestros hermanos y
por sus errores para que Él mismo los perdone. (13.3.96)
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